Un gigante de ojos azules
amaba a una mujer pequeña
que su sueño era una casita
pequeña, como para ella,
que tuviera en el frente un jardín,
un jardín con madreselvas.
El gigante de ojos azules
amaba esa mujer pequeña
que muy pronto ya se ha cansado
de tan desmesurada empresa
que no terminaba en jardines,
jardines con madreselvas.
Adiós, ojos azules, dijo,
y con gracia dio voltereta;
del brazo de un enano rico
entró en la casita pequeña
que tenía en el frente un jardín,
un jardín con madreselvas.
El gigante comprende ahora
que amores de tanta grandeza
no caben, ni siquiera muertos,
en esas casas de muñecas
que en el frente tienen jardines,
jardines con madreselvas.
Nazim Hikmet