sábado, 4 de diciembre de 2010

Una ola rompe contra la patria de mi cuerpo


Carlos, Carlos, te repito como una letanía nunca olvidada. Te nombro como los hilos de mi patria. Te invoco. Para que no te mueras completo. Carlos. Para que nos dejes un tanto de ti cristalizado entre los marcos invisibles de los sueños entre ese mundo de los muertos que todo lo ven en blanco y negro y este mundo de los vivos que nada ven sino lo que la decadencia inventa. Carlos. Pronuncio tu nombre y brota arena de mi boca. Carlos. Una ola rompe contra la patria de mi cuerpo y me desgajo me deshago en colgajos. Una bandera ondea en mi ombligo. He conquistado otro planeta. Descubrí otro territorio para ensoñar. Carlos, somos una guerra continua, Carlos. Y yo sólo te pido. Que no te mueras completo, Carlos. Te lo ruego. Que nos dejes un tanto cuanto de ti y que en ese acto egoísta de ser un angelote no te vayas volando por todos los cuadros de la patria eterna que es el Universo. Te pido Carlos, sólo te imploro que te quedes un poco más. Que te acomodes como en el cine. A mirarnos. Quiero sentir tu mirada. Sobre nuestros movimientos, Carlos. Saber que merece la pena moverse. Que vale algo quedarse vivo en estos tiempos. Sólo para ser observados por ti. Por ti, Carlos. Ya no te muevas más de esos marcos. Quédate quieto para que te contemplemos. Quédate allí para que mientras nuestras equivocaciones danzan, tú puedas mirarnos. Y rectifiquemos la danza. La Palabra. El Canto. La Risa. La Risa, Carlos. Quédate para que puedas reírte de nosotros. Quédate con tus caballitos. Quédate con los sonidos de los muertos. Quédate con la Rosa de Jericó. Contempla su aroma. Su desierto. Yo te pido, Carlos. Que tus ojos nos contemplen. Que nos vean de vez en vez. Porque sin ángeles estos tiempos no pueden vivirse. Porque sin ángeles no merece la pena ni cruzar una calle. Porque sin un angelote que cuide los barrotes de las iglesias. Serán inmensos demonios los que se arrojarán sobre todos los suelos de la tierra. Necesitamos ángeles que vengan a lapidar todas las iglesias. Sólo pido que no te mueras. Que no nos renuncies. Que no nos abandones ni nos dejes de tu mano despojados. Que no nos dejes sin tu hambre. Pero si yo sólo te pido, Carlos. Que si te mueres completo también me mates. Porque yo sin ángeles no quiero contemplar los cielos. Dile a Rilke que amamos los ángeles aunque sean terribles. Que deje entrar a unos cuantos de sus elegías a pasear entre los rosales para que me espinen. Porque si tú. Porque si tú y Rilke y los ángeles nos han abandonado. Entonces ya no tiene sentido la respiración. Y si ahora respiro es sólo porque sé que aún hay ángeles sobre la tierra. Porque sino hubiera ángeles tendría que pegarme un tiro. Y en estos tiempos en estos lares nada importa quien se muere. Menos aún si se suicida. Así que sólo te pido solicito exigo con todos los colores de la patria Universal. Que te quedes. Que no te marches del todo. Que escuchemos juntos al Camarón de la isla. Que debemos reírnos aunque esto se convierta en manifestación. Y me río de tu risa y de tus marcos y de los espacios vacíos que ahora cubres. Y sólo te exigo, Carlos. Que aún respires aquí. Que te sientes en una silla como la de Van Gogh. A contemplarnos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario