Mi amadísima Ana Ajmátova a la que Stalin llamó la Monja-Puta. A la que cuando se formó para visitar en la cárcel a su hijo preso le preguntaron que si podía ser capaz de describir eso y ella dijo que sí y escribió un libro bellísimo: "Réquiem". La que se bebía, cuentan, diariamente, una botella de vodka, a la que retrató Modigliani y tantos otros que la admiraron y amaron. Cuadros que nacieron de su espíritu a través del pincel y los colores de los pintores que seguramente ella también amó. Mi hermosa Rusa Poeta que un día me habló y no ha dejado de hablarme, es una de las mujeres que me permiten seguir con vida y suelo evocarla continuamente. Fue acusada de traición, deportada, intentaron silenciarla pero no lo lograron nunca. Les molestaban también sus actitudes aristocráticas. Su cuerpo en sí mismo era aristocrático, sus manos deletrean poemas. Sus actitudes de una fineza absoluta. Aquí algunos de sus poemas:
Piensas que esto trabajo, esta vida despreocupada Escuchar a la música algo y decirlo tuyo como si nada. Y el ajeno scherzo juguetón meterlo en versos mañosos Jurar que el pobre corazón gime en campos luminosos. Y escucharle al bosque alguna cosa y a los pinos taciturnos ver Mientras la cortina brumosa de niebla se alza por doquier. Tomo lejos o a mi vera, sin sentir culpa a mi turno Un poco de la vida artera y el resto al silencio nocturno.
Sótano Del Recuerdo
Es pura tontería que vivo entristecida
y que estoy por el recuerdo torturada.
No soy yo asidua invitada en su guarida
y allí me siento trastornada.
Cuando con el farol al sótano desciendo,
me parece que de nuevo un sordo hundimiento
retumba en la estrecha escalera empinada.
Humea el farol. Regresar no consigo
y sé que voy allí donde está el enemigo.
Y pediré benevolencia… pero allí ahora
todo está oscuro y callado. ¡Mi fiesta se acabó!
Hace treinta año se acompañaba a la señora,
hace treinta que el pícaro de viejo murió…
He llegado tarde. ¡Qué mala fortuna!
Ya no puedo lucirme en parte alguna,
pero rozo de las paredes las pinturas
y me caliento en la chimenea. ¡Qué maravilla!
a través del moho, la ceniza y la negrura
dos esmeraldas grises brillan
y el gato maulla. ¡Vamos a casa, criatura!
¿Pero dónde es mi casa y dónde mi cordura?
Cuando la luna es de melón una tajada en la ventana
Y en redor es la calina cerrada la puerta y la casa encantada
Por las azules ramas de glicinas y en la fuente de arcilla hay agua fría
Y la nieve del paño y arde una bujía de cera
Tal que en la niñez, mariposas zumban
La calma, que no oye mi palabra, retumba
Entonces de lo negro de rincones rembrandtianos algo se ovilla de pronto
Y se esconde allí a mano, pero no me estremezco, ni me asusto siquiera...
La soledad en sus redes me hizo prisionera
Y en el espejo mi doble es tal vez mi contrario.
Voy a dormir dulcemente, buenas noches, noche.
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